Las oficinas corporativas de microsoft en Santiago de Chile demuestran que la rehabilitación energética, el diseño bioclimático y la eficiencia energética son viables y no significan una construcción más cara.
Microsoft trasladó sus oficinas chilenas de un edificio con una calificación energética de «clase A» al edificio a un existente con una clasificación de «clase B», con el fin de desarrollar un proyecto de rehabilitación energética.
Al anunciar el cambio, tras la firma de un contrato de arrendamiento de 10 años, la multinacional tecnológica comentó que sus nuevas oficinas tendrían “los más altos estándares en términos de eficiencia energética y sustentabilidad”.
Se buscaba un edificio que ofreciera unas oficinas para alquilar de alta calidad y alta eficiencia energética con un confort térmico y lumínico a niveles equivalentes a los ofrecidos por oficinas comparables sin tales cualidades.
“El propietario pidió un edificio clase B con las características de uno de clase A. También debía tener la certificación LEED® más alta posible al menor costo”, comenta Pablo Larraín, arquitecto principal y socio de BL Arquitectos Asociados.
Para lograr esto en una ciudad donde la mayoría de los edificios de oficinas están hechos de cristal, la clave fue concentrarse en la fachada.
Rehabilitación energética y diseño bioclimático
En una fase muy temprana del proyecto, teniendo como objetivo una certificación LEED®, se trabajó con al arquitecto Esteban Undurraga, coordinador LEED AP® BD+C y socio director de Minus S.A., una consultoría de edificios ecológicos, para llevar a cabo los estudios de diseño pasivo y rehabilitación energética.
Para optimizar el revestimiento del edificio, se ejecutaron numerosos modelos bioclimáticos y simulaciones térmicas dinámicas.
Éstos incluyeron la comparación de las demandas de calefacción y refrigeración basadas en la integración de diferentes tecnologías y conjuntos de materiales de revestimiento.
“La diferencia en la demanda de energía potencial que encontramos, entre un edificio con una fachada de doble cristal no aislado (DVH) y uno con un aislamiento de 3 cm en paredes opacas y una reducción significativa en el parámetro de la radiación solar directa que impacta sobre el cristal, nos llevó a decidir inmediatamente sobre la necesidad de tener una segunda piel,” comenta Undurraga.
Según el análisis, las demandas térmicas anuales de calefacción y refrigeración oscilarían entre 906 MWh y 390 MWh.
Mediante la introducción de un ventilador de recuperación de calor (HRV), que representaba una inversión relativamente baja, el equipo sería capaz de reducir todavía más las demandas de energía para la calefacción, cuando éstas ocurren.
La estrategia ganadora, explica Undurraga, fue una combinación de aislamiento en la primera piel, reducción del uso de cristales, el control de la irradiación solar directa gracias a la segunda piel, y el uso de unas bombas de calor de alta eficiencia, junto con HRV.
“Una inversión baja, donde la arquitectura es la clave para un ahorro de energía mayor y más rentable”.
Maximización de las vistas y sombras
La parcela para la construcción del «edificio White» planteaba varios desafíos para el equipo de diseño. Para empezar, era pequeña y restringida, rodeada de zonas residenciales de baja a media densidad.
Esto significaba una fachada norte más pequeña que recibiría entre dos y tres veces más radiación que su fachada sur, mientras que la fachada oeste tenía un mayor riesgo de acumulación de calor debido a la falta de obstrucciones a su alrededor.
Los estudios bioclimáticos que siguieron permitieron a los arquitectos tomar importantes decisiones de diseño. El núcleo del edificio, que inicialmente estaba en el centro de la estructura, se colocó en la fachada oeste.
Esto dio lugar a una fachada opaca que bloquea la radiación solar entrante.
También mejoró la disponibilidad de iluminación natural y permitió una mejor distribución de los espacios interiores, al tiempo de hacer posible una temperatura más homogénea en el interior.
Una propuesta con inspiración andina
Los arquitectos aún recuerdan la analogía hecha por el propietario del proyecto al describir el aspecto estético deseado: “Al igual que un iPad, debe tener un diseño delicado, no brillante, y debe perdurar en el tiempo”.
Inicialmente se presentó un diseño con una segunda piel basada en el concepto del origami japonés. Esto pronto se descartó para evitar una posible sensación de confinamiento.
“Necesitábamos una segunda piel que diera la sombra adecuada, al tiempo que garantizara las vistas”, finamente el equipo apostó por un fachad de formas curvas horizontales que discurren por las fachadas.
El diseño final se inspiró en Las Hojas de Henri Matisse y las formas de la nieve en la cordillera de los Andes, que puede verse desde Santiago.
Existen pocos materiales sólidos que pueden mantener su estabilidad a lo largo de condiciones climáticas extremas.
Elegimos Trespa® Meteon® porque ofrece excelentes resultados en el exterior, requiere poco mantenimiento y está disponible en formatos grandes que garantizaban la flexibilidad de diseño que necesitábamos.
El resultado es un edificio emblemático que establece una conexión con los Andes.
El mayor éxito de este proyecto es demostrar que un edificio ya construido puede alcanzar el mismo nivel de certificación que el edificio nuevo más caro del mercado a tarves de una correcta rehabilitación energética.
Sin duda desmiente el mito de que son necesarias grandes inversiones para lograr una rehabilitación energética de alta eficiencia.
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